El sueño del pibe Marcos Acuña, el neuquino que tocó el cielo con las manos
Algún director de cine, neuquino o foráneo, debería animarse con la serie del Huevo Acuña, el zapalino que soñó en grande desde chico pero que ni en sus mayores fantasías imaginó tanto. Su historia de película ya la merece…
Parecía que dar la vuelta olímpica en el mismísimo Maracaná y ser el primero en abrazar a la leyenda Messi en ese templo del fútbol en un momento histórico para La Pulga y el fútbol argentino, con la conquista de la Copa América tras larga sequía, era lo máximo. Imposible de empardar.
Sin embargo, siempre hay un nuevo y superador capítulo en la increíble vida de este pibe que hace un culpo del perfil bajo y no habla con la prensa por su extrema timídez.
Es cierto que mientras su madre lo llevaba de la mano a entrenar aquel gurrumín le prometía «acordate que voy a jugar en la selección», pero de allí a concretar ese gran anhelo y encima levantar la Copa del Mundo, hay un largo trecho. Una utopía para la mayoría de los mortales pero no para este guerrero local.
Despreciado por varios clubes porteños a los que fue a probarse, el Huevo insistió de chico porque estaba convencido de que lo suyo era el fútbol y a la vez quería ayudar a su gente que con sangre, sudor y lágrimas invirtió hasta la última moneda para apuntalar su ilusión. Así pasó el último tren, el de Ferro justamente, y vaya si se subió…
La rompió en Oeste, llegó el salto a un grande como Racing, los campeonatos, las ovaciones en el Cilindro, la venta a Europa pero antes ¡la selección argentina! «Cuando llamé a casa, mamá estaba llorando», confió en ese momento en exclusiva a LM Neuquén.
El querido Patón Bauza, que hoy vive un duro trance, confió en él cuando no se estilaba apostar por los futbolistas del medio local.
Y el Huevo no lo defraudó, como a ningún otro entrenador que siguió. Pueden dar fe Jorge Sampaoli y un tal Lionel Scaloni, que incluso alguna vez declaró en España: «Si vas a la guerra, vas con el Huevo Acuña… Es silencioso, pero dámelo siempre».