Neuquén exporta y prende velas a un acuerdo por la deuda
«Le damos todo nuestro respaldo a Martín y al gobierno nacional”. Martín es Martín Guzmán. Y la frase es del gobernador Omar Gutiérrez, quien ya el mes pasado había dicho algo similar en Villa La Angostura cuando el presidente Alberto Fernández visitó por primera vez esa ciudad al frente del Ejecutivo nacional. Aquella oportunidad también fue el escenario para explicitar el acercamiento del MPN bajo la presidencia de Gutiérrez a la coalición kirchnerista, un salto más en la historia del partido provincial y su vinculación a sucesivos gobiernos nacionales, fiel a sus más de 60 años de historia.
Lo reiteró esta semana durante una videodisertación, convocado por Amcham, la cámara de comercio argentino-estadounidense. Para Neuquén, la negociación con los acreedores significa una apuesta central a su futuro económico de corto plazo. Es verdad que la regla general incluye al resto de las provincias. Pero para la provincia cruzada por debajo por Vaca Muerta, el premio podría ser un poco mayor.
Después de todo, hasta el año pasado el shale era la caja de propagación de los récords de inversión en todo el país.
Reeditar los cerca de cinco mil millones de dólares que aspiraba a recibir solo en upstream (producción y exploración) necesita de ese acuerdo marco que impactaría con algunas certezas producto de la estabilidad económica.
Sin eso, lo más sustancial a lo que podría aspirar Neuquén es al ritmo de inversiones del que sea capaz YPF, la petrolera controlada por el Estado nacional que atraviesa varios frentes pero que así y todo será la nave insignia de los hidrocarburos del país, tal como lo fue durante el proceso en el que le demostró al mundo que Argentina podía ser competitiva a nivel mundial con sus recursos shale.
Claramente, la veta exportadora, que casi insospechadamente mostró oportunidades en medio de esta crisis histórica (en el país y en el mundo), funciona como botón de muestra de todo ese potencial que pide a gritos desde hace años un par de acuerdos que el país todavía no supo conseguir. Sus dilemas económicos estructurales requieren saltarse la odiosa “grieta”, esa suerte de mal que se empeña en mostrarnos lo peor de nosotros como nación, ahí donde este país también suele mostrar lo mejor de sí.
Esa suerte de rezo del rosario para San Guzmán, espera Neuquén en el escenario ideal, podría continuar con la reedición de algunos consensos.
Las fuentes del gobierno nacional consultadas aseguran que, luego de un primer borrador, la nueva ley de incentivo para el sector petrolero vuelve al ruedo en forma de boceto e interconsultas, claro, con el ojo puesto en la posición dura de los fondos que tratan de sacarles un poco más el jugo a las sucesivas ofertas que hizo el país desde que busca con más empeño cerrar el pago de este tramo de su deuda.
Se sabe: una ley puede ser una letra muerta sin consensos. Pero también puede ser un punto de arranque. Parte de esa aptitud dialoguista el gobierno nacional la está mostrando en los dos frentes más importantes en los que arremetió en los últimos seis meses. El barril criollo y sus tres meses de búsqueda de acuerdos saldados en última instancia con un decreto, y ahora con el Plan Gas 4 en ciernes. Es parte del contexto, en medio de una crisis mundial sin precedentes y con el país en horas decisivas.